Sus manos daban vida a un viejo piano cada tarde en un tugurio a las afueras de la ciudad.
Me gustaba ir a verle siempre que mis obligaciones de anacoreta me lo permitían. Jugaba a seguir con la mirada cada movimiento de sus dedos. Nunca lo conseguí, eran demasiado rápidos para mi mirada cansada.
No tenía las típicas manos de pianista, sus dedos eran demasiado cortos para serlo, pero eso no le restaba elegancia en absoluto. Su piel era blanca y delicada, casi podía verse como la sangre fluía por el interior de sus marcadas venas verdes. -¡Tengo sangre azul!- decía, cada vez que alguien hacía alusión a lo siniestro de aquellas ramificaciones que recorrían sus manos transportando mucho más que sangre, llevando en ellas la pasión que derrochaba sobre la maltrecha dentadura de aquel Bechstein.
Sus manos eran su historia. Tenía una cicatriz que se asemejaba a un violín en el dedo corazón de la mano izquierda, entre la primera y la segunda falange, que se hizo un día mientras reparaba una pata de su piano, aunque él nunca reconoció el verdadero origen, afirmando con solemnidad que su cicatriz fue fruto de un desamor con una violinista que tocaba en la Orquesta Sinfónica de Madison, y que tras descubrir que ella le engañaba con un guitarrista que tocaba en el metro, decidió marcarse para recordar que las violinistas no eran de fiar.
Su vida giraba en torno a sus manos. Acariciar los objetos era su forma de darles valor. De hacerlos suyos. Reconozco que a veces sentía celos de la dedicación que ponía en todo lo que tocaba, era como si nunca dejara de tocar el piano, como si tuviera la necesidad vital de revivir lo inerte. Aunque esta era mi salvación porque cada noche daba vida a mi piel en una cama, a las afueras del mundo.
Me gustaba ir a verle siempre que mis obligaciones de anacoreta me lo permitían. Jugaba a seguir con la mirada cada movimiento de sus dedos. Nunca lo conseguí, eran demasiado rápidos para mi mirada cansada.
No tenía las típicas manos de pianista, sus dedos eran demasiado cortos para serlo, pero eso no le restaba elegancia en absoluto. Su piel era blanca y delicada, casi podía verse como la sangre fluía por el interior de sus marcadas venas verdes. -¡Tengo sangre azul!- decía, cada vez que alguien hacía alusión a lo siniestro de aquellas ramificaciones que recorrían sus manos transportando mucho más que sangre, llevando en ellas la pasión que derrochaba sobre la maltrecha dentadura de aquel Bechstein.
Sus manos eran su historia. Tenía una cicatriz que se asemejaba a un violín en el dedo corazón de la mano izquierda, entre la primera y la segunda falange, que se hizo un día mientras reparaba una pata de su piano, aunque él nunca reconoció el verdadero origen, afirmando con solemnidad que su cicatriz fue fruto de un desamor con una violinista que tocaba en la Orquesta Sinfónica de Madison, y que tras descubrir que ella le engañaba con un guitarrista que tocaba en el metro, decidió marcarse para recordar que las violinistas no eran de fiar.
Su vida giraba en torno a sus manos. Acariciar los objetos era su forma de darles valor. De hacerlos suyos. Reconozco que a veces sentía celos de la dedicación que ponía en todo lo que tocaba, era como si nunca dejara de tocar el piano, como si tuviera la necesidad vital de revivir lo inerte. Aunque esta era mi salvación porque cada noche daba vida a mi piel en una cama, a las afueras del mundo.
14 comentarios:
Me encanta como escribes...un buen descubrimiento sin duda...
A las afueras del mundo
las cosas se ven más bonitas.
Como el filtro del que hablaba Ana Obregón en su mejor época.
Saludos y reverencias
Acabo de añadirte a mis favoritos, me encanta el estilo. Un saludo.
Pianistas, pianistas… Hasta el gorro estoy de las delicadas manos delicadas de los pianistas. Revindico el poder seductor de las manos estilo ”catalogodepohias”, hábiles aporreadoras de teclados de ordenador, contorsionistas del “shortcut” imposible de ejecutar y veloces “cliqueadoras” que desgastan la pintura metálica de los ratones de los diseñadores gráficos. ;P
Ahora en serio. ¿Para cuando un libro de relatos?. Pongo mi limitado arte a su servicio . El mundo lo necesita.
y es que los violinistas no son de fiar.
qué bonito Vanessa...
de veras
Porras, a mi siempre me ha gustado más el violín...
8X
Si te contara a qué dan vida mis manos. O manos mis vidas. En fín.
A mí ve vuelve "loca" el saxo o la trompeta.
Chet Baker, My Funny Valentine
Jardín de Orates
Manos de pianistas o manos de ciegos.
Su virtud es la de saber extraer lo mejor de lo que tocan.
La música de fondo lo atestigua.
Besos.
una pregunta rapida por favor
como has conseguido que en mi buscador arriba de la ventana en lugar del titulo de tu blog me aparezca una frase¡¡¡¡¡
quiero conseguir eso en mi blog
si me lo pudieras contestar me harias un favor inmenso
bravo. No más.
Que bonito bloj. Que temas tan selectos. Y que bien tratados. Te expresas con una sutilidad y una glamurosidad que nunca he visto en criatura humana. Te intivo mirar mis genitales
Y donde estan los genitales,para que los veamos nosotros tambien si no es mucho pedir?
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