Y te levantas por la mañana, y desayunas una tostada con miel y virutas de ginseng con un zumo de mandarina y un café con leche.
Y te das una ducha con gel de coco, y te recreas con el agua caliente y te secas con las toallas que aún huelen a recién lavadas y te vistes y te peinas, y te miras al espejo y te enamoras de ti.
Y sales a la calle y cruzas con el muñeco del semáforo en rojo y te encuentras con ese alguien que te despierta un no se qué y te saluda y te da dos besos con sabor a poco y te vas y sonríes.
Y llegas a tu trabajo y te dan los buenos días, te recuerdan la reunión de la una y que ha llamado un tal Sr. Martín que espera impaciente tu llamada. Y le llamas, y te dice exactamente lo que hacía meses esperabas oír de su viva voz. Y te paseas por la oficina con un café descafetado que te sabe a gloria.
Y comes con dos de tus mejores amigos, con uno de tus vinos preferidos en el restaurante donde trabaja ese camarero que siempre te saluda sonriente y te ofrece la mesa junto a la ventana. Y te excedes en el postre, pero no pasa nada. Te tomas el tercer café del día mientras disfrutas las últimas anécdotas de tus ligeramente embriagados compañeros de mesa. Y se van y te vas, con la sensación de fortuna de tenerlos.
Y llega la tarde y la noche y te miras al espejo y te encuentras contigo.
Y te das una ducha con gel de coco, y te recreas con el agua caliente y te secas con las toallas que aún huelen a recién lavadas y te vistes y te peinas, y te miras al espejo y te enamoras de ti.
Y sales a la calle y cruzas con el muñeco del semáforo en rojo y te encuentras con ese alguien que te despierta un no se qué y te saluda y te da dos besos con sabor a poco y te vas y sonríes.
Y llegas a tu trabajo y te dan los buenos días, te recuerdan la reunión de la una y que ha llamado un tal Sr. Martín que espera impaciente tu llamada. Y le llamas, y te dice exactamente lo que hacía meses esperabas oír de su viva voz. Y te paseas por la oficina con un café descafetado que te sabe a gloria.
Y comes con dos de tus mejores amigos, con uno de tus vinos preferidos en el restaurante donde trabaja ese camarero que siempre te saluda sonriente y te ofrece la mesa junto a la ventana. Y te excedes en el postre, pero no pasa nada. Te tomas el tercer café del día mientras disfrutas las últimas anécdotas de tus ligeramente embriagados compañeros de mesa. Y se van y te vas, con la sensación de fortuna de tenerlos.
Y llega la tarde y la noche y te miras al espejo y te encuentras contigo.
16 comentarios:
Dios, yo también quiero un día así. Supongo que, para empezar deberia comprarme jabón de metocoluegoexisto. Porque el de coco se parece tanto a mi.
Si abundaran los buenos días, no los apreciaríamos tanto. Pero unos poquitos mas no vendrían nada mal.
Así deberian ser todos los dias, esos son "verdaderos dias", el resto no existen...
Es que un día así depende uno, no más.
Pero es bueno levantarse con esa actitud, enamorado de uno mismo
Que bueno!!!
No vale la pena decir más...
Un beso
Pero calma, no vayamos a sacar conclusiones equivocadas, porque de pronto la miseria vuelve y lo cubre todo y nos da por culo justo cuando nuestras hemorroides piden tiempo muerto y necesitan toneladas de hemorroidal.
Yo quiero los lunes así , te endulza la semana.
me quedo con la última linea, lo de arriba es imposible, y si te ha pasado es que ya te conformas con poco :P
"Hace un día precioso. Verás como viene alguno y lo jode".
Este cartel está en el bar donde G. y yo éramos felices. Ayer volvimos. Ya no somos felices, pero el cartel sigue. Quizás fue toda una premonición.
Un (b)eso con vino
incluso, imagina, que nos encontramos por la calle y nos conocemos... :)
Es que yo no me conformo con poco :)
... y al fin sola! en armonia contigo. Buenas noches.
Rossalamashermosa
Anda coño!!!
Gel de coco?, cafe descafetado?!?!, la verdad medio aburrido el día.
Que sean dos besos más,
de un desconocido que te admira y te lee
¡Qué tengas un buen día!
Auuu... cuanto más me adentro, más me enamoras...
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