Sí, llámame guarra porque no he cambiado las sábanas desde la última vez que tu sudor pasó por aquí y me recreo en tus huellas que no me dejan dormir. Llámame guarra porque disfrazo mis manos de ti, porque te busco dentro de mí y porque ya no quiero sin ti. Llámame guarra si busco lo único que tienes de “tipo duro” para jugar. Si necesito tu saliva para empezar, si enloquezco cuando pecas de la primera delicia capital. Llámame guarra si no puedo controlar el grito y la convulsión que provocas al amar, si balbuceo sin apenas respirar. Llámame guarra si con cada una de tus embestidas se me escapa un: -no pares jamás-. Llámame guarra si te toco y siento que ya estoy en mi hogar. Llámame. Llámame guarra si no dejo tu vicio reposar, si te bebo sin preguntar. Llámame guarra si mis silencios callan que nunca te dejaré de amar.